Mini ficción, por Adolfo Bioy Casares
Sumamente culto y cortés en el trato, el Mono Colman era farrista y jugador. En cierta trifulca entre dos grupos de adversos, le hinchó el ojo a un gringo y cuando le llegó su turno en el interrogatorio, le dijo a comisario: ”Culpa mía no fue, delirio insano enajenó mi mente acalorada, necesitaba víctimas que inmolar mi mano y le pegué una trompada a este italiano”. El comisario ordenó: “Al poeta me lo largan, a los demás al calabozo”.
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