martes, 26 de octubre de 2010

DOS ERRORES- por Gonzalo Garcés


Un juego para el que algunos son negados.

A ver si alcanza esta columna para refutar dos ideas famosas.

En su “Tesis sobre el cuento”, Ricardo Piglia se pregunta qué habría hecho Hemingway con cierta anécdota. Dice que habría narrado “con detalles precisos la patria y el ambiente donde se desarrolla el juego, y la técnica que usa el jugador para apostar, y el tipo de bebida que toma.” Hay un error en esto. El efecto que produce Hemingway, la impresión de poder ver y tocar, no tiene que ver con el conocimiento de marcas ni con el manejo de jergas de ciertos ambientes. Lo que Hemingway es ajustar el orden en lo que percibimos las cosas.

Ejemplo: “había campos con viñas. Los campos eran de color marrón y las viñas eran rugosas y gruesas.” Ejemplo: “el toro se dio vuelta y el grupo se separó y Romero lo estaba azuzando con su capa.” Nada de conocimientos de especialista. Primero la mente percibe el campo, después el color, después la textura. Primero el movimiento del toro, después la consecuencia, después lo que rodea al toro.

En su Diccionario de autores Latinoamericanos, Cesar Aira dice que Vargas Llosa perfeccionó la técnica de narración en planos simultáneos. “Pero es preciso aclarar”, dice, “que una vez rearmados esos elementos, la narrativa de Vargas Llosa es estrictamente realista.”

Hay un error en esto. Es como decir que una vez rearmados los elementos de unos sonetos, queda una prosa. O que una vez rearmados los elementos de una palabra, quedan letras.

Es cierto, pero decirlo muestra que uno no entendió qué consiste el juego. Aira no parece sospechar que Vargas Llosa, al narrar en planos simultáneos, sugiere afinidades, aproxima lo que parece diverso, hace poesía. Para Aira la estructura de Conversación en la Catedral es un simple capricho, una complicación gratuita.

Estos dos errores me parecen representativos. Ver con claridad lo que hay por encima y ver las analogías que hay por debajo son dos casos para las que los novelistas argentinos suelen ser negados. Por qué, no lo sé. Hay algo que nos ponen en la sopa.

Revista Ñ, 05-12-09.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Éste es medio dolobu... Y eso que no me atraen los vilipendiados...